La tecnología creada por Surrey NanoSystems ha sido utilizada para decorar a este BMW X6 en su estreno en Frankfurt.
Ya conocíamos que el Salón de Frankfurt 2019 iba a ser el lugar de la presentación oficial al gran público para el nuevo BMW X6, pero había una sorpresa relacionada con el SUV coupé que se acaba de desvelar: se convertirá en el coche más negro del mundo. Es tan espectacular que casi la vista no llega a apreciar todo el tono de forma correcta. Te cuento cómo lo consiguieron y no deberías perderte tampoco el vídeo.
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Para la creación de este BMW X6 tan especial la marca alemana se aliado con Surrey NanoSystems. Esta empresa ha creado la pintura Vantablack con nanoestructuras que, como se aprecia en las imágenes, produce un tono intenso y diferente a lo convencional, llegando incluso a dejar el objeto en dos dimensiones al ojo humano.

Esta característica lo hace poco recomendable para un coche, en donde se quiere resaltar las formas de su carrocería, pero en Surrey NanoSystems evolucionaron su novedoso color al Vantablack VBx2 que cuenta con un recubrimiento para conseguir una reflectancia hemisférica total (THR) del 1 %. De esta manera se mantenía casi al completo la intensidad del negro, pero era suficiente para poder discernir las formas del BMW X6.
Rompen la tónica negra de este BMW X6 los riñones de la parrilla pintados en “Iconic Glow”, un gris bastante potente, los faros dobles delanteros y las líneas rojas de las lentes traseras, así como pequeñas molduras en negro más “convencional” como se aprecia en los parachoques.

Vantablack para naves espaciales
El Vantablack fue creado para poder utilizarse en aplicaciones aeroespaciales. Está compuesto por nanotubos de carbono con una longitud de 14 a 50 micrómetros y un diámetro de 20 nanómetros (5.000 veces más delgado que un pelo humano). Mil millones de estos alineados verticalmente ocupan un centímetro cuadrado. Con esta composición, cualquier luz que golpee sobre su superficie se verá absorbida casi por completo, en lugar de reflejarse.
Aplicado en materiales como el aluminio permitiría aguantar temperaturas tan bajas como 430 grados Celsius o sobre componentes ópticos permiten observar estrellas débiles y galaxias distantes que hacen que la luz del sol sea difícil de detectar.