Fangio, el Maestro

 

Me acabo de leer un libro que me ha encantado, “Hombres, mujeres y motores”, en donde Alfred Neubauer, director de carreras, va narrando historias de los inicios de la Fórmula Uno. Me ha gustado mucho porque ahora todos hablamos de Schumacher, Alonso, e incluso Mansell, Senna y Prost. Pero antes que ellos, hubo muchos otros, grandes pilotos como Caracciola, Rosemeyer, Fangio… Imaginaos, el libro comienza en 1938 con el G.P de Alemania. Bueno, pues que me gustaría que nos contaseis cosas de todos estos grandes pilotos, los que han hecho la historia de la F-1.

Rafael ( Madrid )

Recogemos el guante y comenzamos por el que, seguro, más os suena. A estas alturas de la vida si eres aficionado al mundo del motor, el nombre de Fangio debería de serte tan familiar como el de tu propia madre. Da igual la edad que tengas, da igual si te gustan más los coches japoneses o los alemanes, da igual si te gusta más Ferrari o Lamborghini: si no sabes quién es Juan Manuel Fangio, estás perdiendo el tiempo de una manera increíble. Hablar de Fangio es hablar de Fórmula 1, hablar de Fórmula 1 es hablar de Fangio (tanto monta… Monta tanto), cinco veces campeón del mundo de Fórmula 1, sólo superado por un tal Schumacher, un Schumacher que el mismo día que batió el record de Fangio cuando logró su sexto título dijo: “He superado a Fangio en títulos, pero en realidad nunca nadie superará a Fangio”.

Michael sabía lo que decía, no en vano, a Fangio todos los compañeros del gremio le han llamado siempre con el nombre de “Maestro”. Rodolfo Braceli es un periodista argentino que tuvo el placer de entrevistar a Fangio en diversas situaciones de su vida. Desde autoconsultorio.com, hemos querido hacernos eco de esas entrevistas y os las ponemos aquí para que, si tenéis un rato, lo leáis y prestéis atención a los consejos de una persona que sabía lo que se hacía a las manos de un volante. Los consejos del “Maestro”.

39942214

 

 


Mejor prevenir que…


Verano de 1975. Fangio accede a ir hasta el autódromo. Braceli quería contar lo que se siente “a la velocidad de Fangio”. Mediodía, sol pleno, nadie en la pista. Fangio mira de reojo al fotógrafo, que va atrás. También a Braceli, que estaba a su lado. Silencio largo. Fangio suspira.

-Cuando usted quiera, Fangio.

Fangio valoraba la seguridad al volante.



-Hijo, cuando ustedes se ajusten el cinturón. [Pone primera, pisa el acelerador. El asfalto se empieza a escurrir por debajo: 120… 150… Entran y salen de las curvas con naturalidad. Fangio maneja con las dos manos, la cabeza algo inclinada. Braceli le hace un par de preguntas y Fangio no responde. Entrando a una recta, el periodista insiste:]

-¿Podría ser más rápido?

-Podría ser.

-Me parece que seguimos a la misma velocidad.

-No se equivoca. Pero vayamos con calma.

-¿A usted acaso no le gusta la velocidad?

-La velocidad tiene su tiempo. Siempre es bueno bajarse del auto (coche). Digo, bajarse uno, sin que a uno lo bajen.

Napoleón


Junio de 1991. Faltan dos meses para que cumpla sus 80 años de edad. Esta vez el reportaje se hace mientras circulan por Buenos Aires.

-Usted estará enterado, Fangio: los argentinos somos los campeones mundiales en accidentes de tránsito.

-...

-Le comentaba, sobre ese terrible récord que ostentamos…

-... [Ante el silencio, Braceli se queda también callado. Como a los dos minutos salen de la zona de transito denso. Fangio, sin mirarlo, le dice:]

Concentración al conducir.



-Je, usted pensará que aparte de viejo soy sordo. Sabe, hijo, cerrando mi boca le di mi primer consejo para manejar (conducir). Hay momentos en los que el conductor necesita concentración máxima. Si no, viene el macanazo (hacer una macana, cometer un error) . No se pueden hacer dos cosas a la vez.

-Dicen que Napoleón hacía tres o cuatro.

-Napoleón nunca manejó (condujo) en Buenos Aires.

-Difícil no hablar.

-Cuando se maneja, se maneja… Usted me trajo a Napoleón. Bueno, Napoleón le decía a su criado: “Vísteme despacio, estoy apurado”. Esta frase viene como anillo al dedo para los conductores de ciudad o de ruta: poco acelerador si hay mucho apuro.

-¿Usted siempre anda (circula) tan despacio como ahora?

-Para medir la velocidad en la ciudad no hay que fijarse en el velocímetro. Observe en las próximas cuadras (manzanas): yo andaré más despacio que casi todos los otros autos cercanos. No pasaré de los 50 kilómetros, pero al final de la avenida verá que seguimos a la par del más rápido.

-¿Cómo se explica eso?

-Sencillo, hijo: yo acelero bastante menos, pero también freno bastante menos. Mire usted, en la próxima luz verde varios saldrán como si partieran en Monza. Ganarán cincuenta metros en cien. Pero toda la ventaja la perderán en el próximo semáforo. Un trastorno al cuete (sin sentido): para hacer el mismo promedio la mayoría mortifica caja, frenos, embrague. Y gastan más nafta (gasolina) y hacen más ruido y se estropean los nervios. Suman puntos sólo para dos campeonatos.

-¿A qué campeonatos se refiere? ¿Para qué campeonatos suman puntos los apurados?

-No sé cómo llamarlos… Sólo sé que los trofeos los entregan o en los talleres de chapa y pintura o en los hospitales.


Fangio decía que es un peligro tanto el correr demasiado rápido, como el hacerlo demasidado despacio



-Por lo tanto, lo mejor y más económico es andar despacio.

-Ojo, el exceso de lentitud es también un riesgo. Cuidado con convertirnos en un estorbo en la calle, o en la vida.

-La radio en un auto, ¿es peligrosa?

-Menos peligrosa que conversar mirando al acompañante. A la radio no hay que contestarle.

-Usted anduvo más de medio mundo: ¿realmente los argentinos manejamos tan mal?

-¡Al contrario! Los argentinos manejamos muy bien.

-¿Y por qué lideramos la tabla de tragedias?

-Porque se puede manejar muy bien, pero conducir muy mal. Detengámonos y observemos: las cosas que se hacen manejando son extraordinarias. Zigzagueo, frenadas al milímetro. Qué dudas caben: somos habilísimos manejando. Nos sobra pericia. Lo triste es que también nos sobra irresponsabilidad a la hora de cumplir las normas. Ahí los tiene: muy pocos respetan su línea; se pasan vehículos igualmente por derecha que por izquierda; el guiño (la luz) de giro se lo pone cuando ya se empezó a girar. Y mire las líneas amarillas: están casi borradas porque se anda sobre ellas. Muchos creen que saber manejar es saber volantear. Saber manejar es mucho más; es saber frenar. Frenar, hijo, es todo un arte.

-¿En qué consiste?

-En no acelerar demasiado para tener que frenar mucho menos. Frenar no significa hundir el pie en el pedal. Eso, muchas veces, puede ser peor. Por ejemplo, cuando llueve no hay que frenar en seco. Conviene saber: se frena no sólo con el freno. A veces, con un oportuno rebaje, pasando de cuarta a tercera, o de tercera a segunda. Y se frena siempre economizando el acelerador.

-¿Qué piensa de los cinturones de seguridad?

-En la ruta son imprescindibles; en la ciudad uno se resiste, pero… Pasará lo mismo que con los cascos. En las competencias, hasta 1952 usábamos casco de tela. Al que usaba cascos de los otros le decíamos maricón. Por años yo usé mi boina vasca. Pero gracias al casco reglamentario no me maté en Monza.

-¿Cuándo no hay que manejar?

-Cuando se ha bebido demasiado, cuando se tienen angustias económicas, cuando se está con problemas sentimentales bravos, esas cosas que… En fin.

-¿Dónde se siente más cómodo: aquí o en las pistas?

-En las pistas, naturalmente. Allí todo es menos imprevisible. Sabe usted, la pista es una ruta para pocos autos, y siempre todos vamos para el mismo lado (en el mismo sentido).

-¿Se podría definir al argentino por su manera de manejar?

-Lo dicho: el argentino maneja muy bien pero conduce muy mal. Padecemos de mala educación y de mala voluntad. En todo caso, hijo, dime cómo conduces tu auto y te diré cómo eres.

La tortuga

Fangio y su tortuga, su único adorno en el escritorio de su despacho


Diciembre de 1990. Otro reportaje, esta vez en la oficina del ex-piloto. El único adorno explícito es una pesada tortuga de bronce. Vaya con la paradoja.

-Justamente usted, cinco veces campeón mundial, con una tortuga…

-Simpatizo con ellas. Dígame, ¿usted vio alguna vez una tortuga agitada?

-Nunca.

-¿Y vio una tortuga que se rompiera una pierna?

-No, no vi.

-¿Vio alguna que se llevara algo por delante?

-No, tampoco.

-Por todo eso simpatizo con las tortugas. Porque siempre llegan. No tienen accidentes, como los humanos. Bueno, y porque tienen la buena costumbre de vivir muchos años.

-¿Usted quiere vivir muchos años, Fangio?

-Y, ya que estamos… Pero eso sí, sin estorbar el tránsito.

-Le gusta vivir, se ve.

-Si es trabajando, sí.

-Dicen que vivir es el arte más difícil de aprender.

-Así parece: es más difícil vivir que correr.

-¿Por qué lo dice?

-Las carreras duran un par de horas, hijo, pero la vida dura toda la vida

Leer esto nos hace replantearnos ciertas cosas.

Fotos Fangio, el Maestro

  • Fangio, el Maestro
  • Fangio, el Maestro
  • Fangio, el Maestro
  • Fangio, el Maestro
  • Fangio, el Maestro
  • Fangio, el Maestro
  • Fangio, el Maestro
  • Fangio, el Maestro
  • Fangio, el Maestro
  • Fangio, el Maestro
  • Fangio, el Maestro
  • Fangio, el Maestro
  • Fangio, el Maestro
  • Fangio, el Maestro
  • Fangio, el Maestro
  • Fangio, el Maestro

Comentarios Fangio, el Maestro

  •  
    Avatar de Máximo Sant.
    Máximo Sant, 16/08/2009 11:33:14

    Tengo una anécdota buenísima con Fangio. Tuve el privilegio de conocerle... casi sin saberlo. En la presentación del Mercedes SLC 450 iba sólo en el coche. El recorrido era muy complicado y, en los ochenta, no había navegadores. A la salida del parking le dije al responsable de Mercedes cual era mi situación y me dijo: "Sin problemas: Siga a ese coche". Y le seguí.

    En un cruce pude ver al conductor casi de perfil y comprobé... ¡que era un anciano! Pensé "cómo demonios voy a probar el coche detrás del viejo éste". Llegaron las curvas y me dije "a la primera oportunidad, le paso". Unos kilómetros más tarde cambié de opinión: "bueno, no va mal el viejo, iré detrás achuchándole un poco". Una veintena de kilómetros más tarde, con la lengua fuera, me decía "este cab... de viejo no me va a dejar atrás". Al final, con un grandísimo esfuerzo, conseguí llegar tras él casi 100 km después.

    Al llegar al destino paré y salí corriendo para conoceer al "viejo" que, en mi opinión, casi me deja en ridículo. Al salir el "viejo" y volverse le reconocí al instante: ¡era Fangio! Me dijo: "No ha estado mal, me has hecho emplearme a fondo". Como probador y piloto aficionado esta frase es una de las que más ha hecho subir mi autoestima. La otra fue una que me dijo otro de mis ídolos, Salvador Cañellas. Pero esa es otra historia.

Deja tu comentario

  • Esta información no se mostrará
    • Este campo es obligatorio.