Puede que no lo sepas, pero los neumáticos de tu coche tienen muchas más funciones de las que puedes imaginar. Y quizás si las conocieras entenderías mejor por qué insistimos tanto en que hay que vigilar constantemente su estado o controlar las presiones.
Al fin y al cabo, el único punto de contacto de tu coche con el suelo son los neumáticos, y cada uno de ellos tiene un área de contacto con el mismo de apenas unos centímetros cuadrados; una superficie equivalente a la de una tarjeta postal, para que te hagas una idea. Por si fuera poco, los neumáticos tienen que cumplir funciones que muchas veces son contradictorias; por ello son productos de alta tecnología, en cuya fabricación intervienen más de 200 componentes. Podemos ver el día a día de un neumático en este interesante vídeo con imágenes grabadas a cámara superlenta.
El día a día de un neumático en video
Del buen estado de los neumáticos dependerá su comportamiento a la hora de ejercer todas las funciones para las que está diseñado y, por lo tanto, también tu seguridad. Veamos cuáles son.
Soportar la masa del vehículo, pasajeros y carga. Atentos a este punto, pues si resulta evidente que el neumático es, a la postre, el encargado de soportar el peso del vehículo, de sus ocupantes y de la carga, este peso –y por lo tanto los esfuerzos sobre el neumático– se multiplica en las frenadas o debido a la fuerza centrífuga al tomar una curva. Por ello es tan importante respetar las presiones recomendadas, que están relacionadas, entre otras cosas, con el vehículo, el peso y la carga, y la velocidad a la que se circula. Un neumático estándar de un coche compacto está diseñado para soportar cargas en torno a 500 kg.
Amortiguar. Junto a los propios amortiguadores, los neumáticos también participan en la suspensión y el confort del vehículo, reduciendo el impacto de los baches o desniveles en la carretera absorbiendo energía y deformándose. De nuevo aquí la presión de inflado vuelve a ser clave. Pero no sólo eso: elegir bien el neumático adecuado para tu vehículo (tipo de carcasa, dimensiones, etc) tiene una relación muy directa con el confort de marcha.
Transmitir la potencia y los esfuerzos. Y no sólo en aceleración o frenada –las fuerzas de tracción superan los 750 kg en un coche medio convencional– también han de estar preparados para soportar impactos –baches, bordillos, etc– que pueden llegar hasta los 300 kg/cm2. Un neumático puede deformarse hasta el 150%... y hacerlo durante muchas veces seguidas.
Guiar el vehículo. Y además deben hacerlo con precisión, sobre diferentes tipos de superficie y bajo cualquier condición climática. Créeme, no es tan fácil. Piensa que, la mayoría de las veces, los neumáticos no realizan esta misión de forma individual, sino que en muchas ocasiones se encargan de dirigir el vehículo hacia la trayectoria marcada por el volante al mismo tiempo que soportan esfuerzos de aceleración o de frenada. Y si además hay agua en la calzada… ¿sabías que un neumático con el dibujo en buen estado puede evacuar hasta 30 litros de agua por segundo?
Rodar… y durar. Esta es de Perogrullo, pero no se trata de dar vueltas así, sin más. Un buen neumático tiene que mantener el mejor nivel de prestaciones durante toda su vida útil, y eso son muchos millones de vueltas adaptándose a las irregularidades del firme, soportando efuerzos, deformándose, calentándose y enfriándose… Y a la vez que rueda, los usuarios cada vez demandamos neumáticos que permitan ahorrar combustible al reducir el rozamiento con el suelo, o que hagan menos ruido para mejorar el confort.
