Los proveedores cambian, la forma de fabricar, también. Y por supuesto, la tecnología. Por tanto, todo esto requiere muchos cambios que deben llegar cuanto antes.

Europa siempre ha sido el gran dominador del sector del automóvil. La mayoría de marcas han nacido o producen sus coches dentro de nuestras fronteras, pero eso es algo que dentro de poco podría cambiar. Ya os contamos cómo China está trabajando duro en este nuevo tipo de movilidad para liderar el mercado, país al que se suma Estados Unidos, que también está realizando grandes esfuerzos.
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En medio de esa vorágine se encuentra nuestro país. España cuenta con más de 1.000 empresas de componentes que generan alrededor de 370.000 puestos de trabajo directos e indirectos. De hecho, la automoción representa, aproximadamente, el 10% de nuestra economía. Por tanto, Europa en general y España en particular deben trabajar duro para no perder ese liderazgo que ahora está amenazado. Y todo ello lo ha estudiado el informe ‘‘la electrificación de los vehículos: ¿amenaza u oportunidad?’, realizado por SERNAUTO y Roland Berger
Para ello, es necesario hacer una apuesta en común por parte de los fabricantes, las instituciones y el gobierno. Un plan para que España siga siendo uno de los lugares preferidos para hacer coches en el mundo.

De momento, parece que nuestro país mantiene la confianza de los fabricantes: ya hay dos coches eléctricos en producción dentro de nuestras fronteras: el Opel Corsa-e, en Figueruelas y el Peugeot e-2008, en Vigo. Pero es necesario desarrollar una industria fuerte para lograr atraer más inversores.
Una de las claves es producir baterías para el coche eléctrico. Ahí, China es la gran dominadora: el 80% de estos componentes se fabrican allí. Europa solo coge un 3% de esa tarta. Es importante que España fabrique sus propias baterías porque a nivel logístico, atraerá a fabricantes: las baterías pesan entre 300 y 500 kilogramos, por lo que el principal problema es desplazarla de la fábrica a la línea de producción donde se monta el coche. Por eso, crear una planta de baterías podría convertir a España en un país interesante para los fabricantes.

Por otro lado, para fabricar baterías hacen falta materías primas. De ahí que la Unión Europea deba comenzar a tener un especial trato con los tres grandes productores de litio en el mundo: Australia (44%), Chile (34%) y Argentina (13%). Estas tres naciones concentran el 91% de la producción y ahí España es clave, ya que por cultura e idioma, nuestro gobierno puede ser un gran interlocutor con los países de Sudamérica.
Innovar, transformarse y ser flexibles en la regulación, otras claves
España es un país que cuenta con una gran inversión privada en I+D+i por parte de los proveedores de automoción. Dedican aproximadamente un 4% de su facturación, el triple que la media industrial nacional. Un total de 1.500 millones de euros que debe mantenerse o crecer en los próximos años para poder adaptarse a un entorno completamente nuevo. Esto debe ser así tanto en grandes fabricantes como en pequeñas empresas especializadas.
Además, los puestos de trabajo cambiarán y se especializarán en el sector de la automoción. Los coches eléctricos son, a nivel mecánico, mucho más sencillos. Aunque por otro lado, su complejidad informática es cada vez mayor. Por tanto, las empresas enfocadas a la mecánica deben esforzarse por mantener sus ingresos al tiempo que transforman su actividad hacia el software.

Para ello será necesaria la colaboración de los gobiernos. Porque ha sido la propia Unión Europea la que ha fijado sus objetivos de emisiones, obligando a transformar la industria contrarreloj. Por tanto, el capital público debe servir de apoyo al desarrollo de iniciativas privadas, tanto en la creación de infraestructura de recarga como en mejorar las economías de escala.
Por último, es fundamental que los trabajadores del sector se familiaricen y especialicen en estas nuevas tecnologías. Cuanto más profesionales y formados estén estos empleados, mayor será confianza de las empresas en nuestro país. Ya no solo en universidades o en la formación profesional, también dentro de las propias compañías para ‘reciclar’ a sus empleados.