Gracias a la Iniciativa "Conducir, Una Ilusión" de Seat, la ONCE, y el RACE, por primera vez en la historia un grupo de 60 personas ciegas pudieron disfrutar de la sensación de conducir por ellos mismos en un entorno de seguridad como el Circuito del Jarama. Y nosotros, tratamos de ponernos en su piel por un momento, dando una vuelta con los ojos vendados. En este post, te contamos la impresionante experiencia.

En Auto10 hemos podido vivir una experiencia única en el Circuito del Jarama de la mano de Seat, de la ONCE y del RACE, que han creado una iniciativa pionera llamada “Conducir, Una Ilusión”. Gracias a esta iniciativa, 60 personas ciegas pudieron sentir el placer de conducir por ellos mismos y por primera vez. Además de poder ir con ellos (y con sus monitores) en el coche para acompañarles en esta experiencia, pudimos meternos por un momento en su piel y rodar también nosotros por el circuito durante unas vueltas con los ojos vendados.
Son más de 3.000 personas las que se quedan ciegas cada año en España, además de todas las que, sufren problemas de visión irreversibles. Muchos de ellos, antes de ese momento, han podido vivir sensaciones como la de conducir, pero cuando dejan de ver permanentemente su vida cambia por completo. Desplazarse cada día por la ciudad, hacer la compra, las tareas domésticas, o algo tan simple para las personas que vemos -como por ejemplo arreglarnos por las mañanas-, para ellos es otro mundo. Tuve el placer de conocer personalmente a muchas de las personas afiliadas a la ONCE que estaban en el Jarama para participar en la iniciativa, y quedé realmente impresionada por su carácter, su actitud, su forma de hacer las cosas. Algunos, por un accidente o por enfermedad, habían perdido prácticamente el total de la visión. Otros, habían nacido ya a oscuras. Y todos ellos, se desenvolvían con una naturalidad pasmosa por el Circuito, y con todos los periodistas que estábamos allí. Parecíamos conocernos de siempre, puesto que el ambiente era muy agradable y de total confianza.

Ya en boxes, ninguno perdió la sonrisa en ningún momento, ni demostró ningún tipo de miedo, todos estaban bastante ansiosos por ponerse al volante. Gracias a la organización creada para el evento, todos pudieron cumplir un sueño, una ilusión. Actualmente, realizar este tipo de experiencias en tráfico rodado es imposible y tal y como comentaba Mikel Palomera, Director de Seat España, al abrir el acto: “por el momento, las personas ciegas no van a poder conducir”. pero gracias a la iniciativa “Conducir, una Ilusión”, en un entorno de seguridad, con coches equipados con innovadores sistemas de asistencia a la conducción y con monitores profesionales que se encargaban de guiar a los conductores “siendo sus ojos”, una ventana de esperanza se abría hacia el futuro.

Bajo un sol de justicia que nos dio algunos momentos de tregua, esperábamos nuestro turno para subirnos a cada uno de los Seat León que la marca había preparado para la ocasión. Fue realmente emocionante ver todas esas caras de agitación y de alegría, y poder compartir con ellos una experiencia que, para muchos de ellos -tal y como confesaban a la postre- les cambiaría la vida. Quisimos subirnos a los coches con ellos, para compartir la vivencia, saber cómo se sentían, y también conocer cómo trabajaban los monitores expertos de “No + accidentes”, en una iniciativa así de especial.
La experiencia como pasajera: confianza a otro nivel
La primera conductora la que tuve el placer de conocer se llama Ana Belén Burguillo Sánchez, de 42 años. Nació con problemas graves de visión, de los que dice sus padres se dieron cuenta ya desde que contaba con tres meses de edad “porque no les reconocía y buscaba siempre la luz con las manitas”. Estaba realmente emocionada, desde que su monitor (y compañero en el periodismo del motor), Pablo García, la guiaba hasta el asiento del conductor y le comentaba las indicaciones que iba a llevar a cabo para hacer el recorrido completo del Jarama durante tres vueltas completas. Belén, con mucho sentido del humor y demostrando gran complicidad con nosotros mientras esperaba su turno de salida, hasta tuvo tiempo de hacerme a mí unas preguntas sobre mi trabajo allí. Ella nunca había conducido antes, pero recordaba los viajes con su padre como “una sensación muy agradable” y lamentaba que él ya no estuviera entre nosotros, para que pudiera haberla visto. Y no perdía la sonrisa al decirlo: estaba encantada de poder conducir, y de llevar pasajera (y yo de serlo).

Cuando llegó nuestro turno de partir y Ana Belén arrancó el coche, me invadía una sensación de incertidumbre, que en los primeros metros de recorrido se transformó en confianza total en ella, y en el monitor. Yo debía ir en silencio absoluto, puesto que la voz del monitor eran los ojos de Belén y cualquier interrupción podría desconcentrarla. Sus manos, colocadas en “las tres menos cuarto” de un reloj imaginario, iban marcando la hora que Pablo indicaba, con una precisión suiza que me impresionó. Completó el recorrido a la perfección y cedió el turno al siguiente conductor, que daba la casualidad de ser su marido.
Luis Palomares, ciego de nacimiento, se mostraba mucho más nervioso que su mujer. A día de hoy puede decir que ha conducido más que yo, puesto que me contó que gracias a la ONCE y siempre acompañado de monitores expertos, se ha atrevido con Karts, motos de agua “¡y hasta una avioneta!”. Confesaba ser “amante de la sensación de velocidad” y que, estaba deseando conducir por primera vez en un Circuito. Al igual que Belén, no erró en una sola de las indicaciones de Pablo, pero siempre le pedía permiso “para correr un poco más”. Llegó a alcanzar velocidades superiores a los 100 km/h en la recta del Jarama con total seguridad. Esta velocidad, que puede parecer baja para personas que no tienen problemas visuales, es un logro para quienes lo hacen sin ver.

El afán de superación de las personas ciegas es impresionante. Todos lo demostraron, pero Luis era el ejemplo más claro. Realiza y ha realizado todo tipo de deportes y actividades. Y conducir un coche en circuito hasta ayer, le parecía imposible. Ahora, estos amantes de los retos, han superado uno nuevo y han conseguido cumplir una de sus ilusiones.
Conducir a ciegas: vértigo multiplicado por mil
Ya sentada al volante, reina la incertidumbre. Ni por un momento te imaginas lo que sentirás pocos minutos después. Pero para una persona que como yo, puede ver correctamente, el momento en que te ponen una venda en los ojos es realmente desconcertante. Fundido en negro, no se ve absolutamente nada, no entra ni luz por una pequeña esquina. Nada.

Es difícil describir lo que se siente. Todas las personas que estaban alrededor del coche hace sólo un segundo desaparecen completamente, se pierde hasta la referencia espacial por un momento: “Esto va en serio”. Sólo queda la voz del monitor comentándome lo que íbamos a hacer, y explicándome cómo seguir sus indicaciones para no perder la referencia, mientras en la cabeza dan vueltas millones de cosas. Por encima de todas, una: "¿Podré hacerlo?". Y sin saber aún si voy a ser capaz, al menos lo intento. Conozco el coche, así que los primeros momentos a oscuras reconozco el volante, lo visualizo en mi mente y sé donde están los mandos. Al momento, y tras recorrer los primeros metros (quizá por los nervios), por unos segundos dejo de hacerlo casi por completo.
Ahora sólo están mis pies y mis manos, y lo más importante: la voz de mi paciente monitor, Julio Chapatte, que me pide que “deje de estrujar el volante, y simplemente, lo sujete con firmeza y confíe en él”. Parece que inconscientemente me agarro con todas las fuerzas que puedo, como si eso fuese a cambiar algo. Me da la sensación de que puedo oír hasta los latidos de mi corazón, cuando está a punto de salirse del pecho en la primera curva que rinde homenaje al gran Fangio. “Y cinco, y diez, y cuarto…” Confío en Julio. Y sigo. La sensación de vértigo es impresionante. Después llega Varzi… y Le Mans. Ahí, casi acostumbrada a la sensación (si puede decirse así), se escapa la primera sonrisa, me dejo llevar y me viene a la mente Luis. Probablemente si pudiera verme, se sonreiría al comprobar que lo estaba haciendo infinitamente peor que él.

Pero Julio no se rinde, y sigue con sus indicaciones rápidas y precisas. Tras Pegaso vuelvo a la concentración total y creo recordar el trazado del circuito. Sólo me despista alguna vez la radio por la que se comunican el resto de monitores. Pero cuando Julio me ve “perdida” me recupera enseguida. Es una sensación extraña. Por una parte, la adrenalina recorre el cuerpo entero y me gusta la sensación. Pero por otra parte, y pese a confiar en Julio, no puedo evitar tener miedo: cosa que no vi en Ana Belén o en Luis cuando iba de pasajera. No tener una referencia real ni de la velocidad a la que voy, provoca una sensación realmente extraña que se apodera de mi estómago por momentos. El secreto está en “intentar no pensar” en otra cosa que no sean las indicaciones del monitor y tratar de no perder la calma (el miedo puede jugar malas pasadas). Afortunadamente cuando equivoco “las y 10 con las y cuarto” antes de entrar en recta, y me salgo de la trazada por unos segundos, Julio está ahí para ayudarme a rectificar trayectoria. Ahora me acuerdo de Belén y de su consejo “sólo tienes que pensar que no va a pasarte nada”. Y así es. Cuando me quitan la venda y estoy de nuevo en boxes, no puedo creer que lo haya conseguido. Siento alivio de poder ver de nuevo, pero compruebo que el coche no está ni por asomo donde yo creía. Me tiembla el cuerpo entero y no puedo evitar sonreír todo el rato, hasta que pienso todo lo que tengo que aprender: por desgracia los ciegos que están allí no tienen la misma oportunidad que yo de volver a la luz. Cuando llego me están esperando Belén y Luis, y me preguntan cómo ha ido. Se ríen abiertamente cuando les confieso que en una carrera contra ellos dos, no tengo nada que hacer.
Gracias a los coches que llevamos cedidos por Seat para la ocasión, a la organización, y a la profesionalidad de los monitores, he vivido la experiencia más impresionante de mi vida a los mandos de un coche. Probablemente lo recordaré siempre. Hay un antes y un después en mi perspectiva, y probablemente en la de muchos de los demás periodistas que, tuvieron la misma oportunidad que yo de probar la experiencia de conducir a ciegas en el Jarama.

La iniciativa: “Conducir, Una Ilusión”
Habiéndome puesto en la piel de una persona ciega al menos por unos momento, comprendo mucho mejor la ilusión que han podido vivir en una mañana al ser “pilotos por un día”. Esta es la primera vez en el mundo que personas ciegas entran en un circuito de velocidad a conducir por sí mismos y sólo con las indicaciones de un monitor especializado.

Además de Mikel Palomera, el director de Seat España, en el acto estuvieron presentes Carmelo Sanz de Barros, presidente del RACE, y Miguel Carballeda, presidente de la ONCE, así como con los embajadores de SEAT, los actores María Castro y Maxi Iglesias que también pudieron probar la experiencia de conducir “a ciegas”.
Los agradecimientos a los monitores, organizadores y resto de trabajadores que hicieron posible esta experiencia, se quedan cortos. Ojalá haya muchas más iniciativas como estas en un futuro muy próximo.
Vídeo: "Conducir, Una Ilusión"