El deportivo italiano conserva dos récords de velocidad vigentes desde hace casi 100 años.

En los años 20 del siglo pasado, los integrantes de las familias nobles buscaban una forma de hacer que su nombre perdurase a lo largo de los años en la historia. Para conseguir este hito muchos apostaban por el automovilismo y la aviación. Ernest Eldridge fue uno de ellos y lo logró en el año 1924 al batir varios récords mundiales de velocidad y alguno de ellos, 100 años después sigue sin ser superado.
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Eldridge tuvo su primer contacto con el mundo del automóvil cuando conducía ambulancias en las Primera Guerra Mundial y una vez terminó decidió buscar aventuras a través de sus pasiones, la aviación y los deportes de motor. Esto le llevo a entrar en el mundo de la competición con un objetivo, batir un récord de velocidad perdurarse en el tiempo. Lo consiguió combinando sus aficiones y gracias a ello creó un bólido de carreras con un motor de avión.

Por aquella época los equipos de ingenieros y diseñadores no estaban al alcance de todo el mundo, por lo que si alguien quería hacer algo de esto debía hacerlo por el mismo. Lo normal era ver a los pilotos compitiendo con sus propios vehículos, consiguiendo las piezas en desguaces y realizando el típico ensayo y error para poner a punto sus coches. Siguiendo todo este proceso, Eldridge en el año 1921 consiguió montar un motor de avión de 204 CV en un coche con el que logró alcanzar los 150km/h.

No obstante aquello no fue suficiente, y adquirió un Fiat SB4, un vehículo de competición de principios de siglo. También consiguió un propulsor Fiat A.1 un motor de seis cilindros y 21.706 cm3, muy similar a los que usaba el bombardero Caproni Ca.44. No obstante, la labor de encajar el motor en la parte frontal del Fiat no iba a ser sencilla. Modificó los cilindros del motor y los dotó de cuatro válvulas con bujías de Magneti Marelli, y para la carrocería utilizó nada más y nada menos que restos de un autobús londinense. El resultado fue asombroso, desarrollaba 350 CV a 1.800 rpm. Generaba un ruido propio del inframundo, lo que le hizo ganarse el apodo de Mefistofele.

Delage, una marca especializada en automóviles de carreras y su piloto René Thomas, ganador en varias ocasiones de las 500 millas de Indianapolis retaron a Eldridge a batir el récord de velocidad y este aceptó. Compitieron y el piloto de Mefistofele ganó. Pero al demonio italiano le faltaba la marcha a tras para poder homologar el récord y además este fue nuevamente batido por Delage.

Eldridge insistió, consiguió instalar un sistema de marcha atrás ajustó el motor y el 12 de julio del año 1924 voló, consiguiendo alcanzar los 234,98 km/h en el primer kilómetro con salida en parado y los 234,75 km/h en la primera milla con salida en parado. Récords que ha día de hoy siguen sin superarse.
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