Los tonos más atrevidos ahora son gratis, mientras que el blanco cuesta más que nunca

Durante años, el blanco fue el color por defecto en la mayoría de los coches nuevos. Era la opción sin coste, la más habitual, la que venía “de serie”. Sin embargo, la tendencia ha cambiado: hoy en día, los colores más llamativos -naranjas, verdes, amarillos intensos- son los que muchas marcas ofrecen sin sobreprecio. Mientras tanto, tonalidades tradicionalmente neutras como el blanco, el gris o el negro, en muchos casos implican pagar un extra. ¿Qué está pasando?
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Colores de serie que ya no son tan neutros
Cada vez más marcas han comenzado a ofrecer, sin coste adicional, colores vivos que hasta hace poco eran casi exclusivos de versiones deportivas o ediciones especiales.

En Ford, tanto el Puma Gen-E como el Capri se entregan de serie en tonos amarillos intensos, mientras que el Explorer y el Mustang Mach-E apuestan por colores gratuitos poco habituales, como azul o magenta. Incluso Volkswagen se suma con tonos como “Tirando a beige” o el “amarillo chilloooón” en modelos como el T-Roc.

¿Es el blanco realmente el más barato de fabricar?
Aunque popularmente se cree que el blanco es el color más barato de producir, no siempre es así. Fabricar un color u otro tiene más que ver con el tipo de pintura, la tecnología aplicada (como metalizados o perlados) y la logística de producción que con la tonalidad en sí.

¿Por qué entonces se ofrecen gratis colores más llamativos?
Las razones son principalmente estratégicas y responden tanto al marketing como a la rentabilidad:
- Identidad de marca: algunas marcas jóvenes o renovadas (como MG, Dacia o BYD) buscan diferenciarse visualmente desde el primer impacto. Un color llamativo en la gama base ayuda a crear una personalidad más marcada.
- Valor percibido: al reservar los colores neutros para versiones superiores o como opción extra, se “eleva” artificialmente el valor de las versiones más caras, aunque el coste de pintura no lo justifique realmente.
- Margen adicional: al cobrar entre 300 y 700 euros por un color blanco, gris o negro -que muchos compradores siguen prefiriendo-, se incrementa el margen por unidad sin alterar el equipamiento real del coche.
El que quiere discreción, paga

Antes, el cliente que buscaba un coche sencillo y discreto -blanco, gris, negro- podía acceder a él sin pensar en sobrecostes. Hoy, ese mismo comprador tiene que pagar entre 300 y 600 euros más para no llevarse un coche naranja, verde o amarillo.
Por el contrario, los conductores más atrevidos salen ganando: pueden llevarse un coche con más personalidad y estilo visual sin coste adicional. Una decisión que, para muchos, es puramente estética… pero que también afecta al bolsillo.
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