Te mostramos 5 malos hábitos que repercuten en un desgaste acelerado de varias piezas de tu coche ¿Nuestro consejo? Evítalos a toda costa.

Conducir bien no solo atañe a respetar las normas de velocidad y seguir las indicaciones de la Dirección General de Tráfico. Un buen conductor es aquel que cuida su coche, que lleva a cabo el mantenimiento necesario y, también, aquel que se preocupa por la limpieza de su vehículo. Reunimos con ayuda de mecánicos expertos al menos 5 fallos que cometes y que deterioran las piezas de tu coche sin que lo sepas.
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1. Apoyar la mano en la palanca de cambios

Es una cuestión de confort y un mal hábito. Si estás acostumbrado a posar la mano derecha sobre la palanca de cambios constantemente, debemos advertirte: podrías estar estropeando de manera acelerada el conjunto de sincronizadores y horquillas. Aunque no estés cambiando de marcha, aplicar una presión constante sobre la palanca puede generar tensiones innecesarias en los mecanismos internos.
Solución:
Nuestro consejo es que, poco a poco, elimines esta “manía”. O bien poniendo las dos manos en el volante tras cambiar de marcha -lo más recomendable- u optando por apoyar el brazo derecho solamente sobre el reposabrazos central.
2. Pisar el embrague cuando no es necesario
El embrague es un elemento básico en prácticamente cualquier coche -aunque hay unas pocas excepciones-. Ya sea en una transmisión manual o automática, el embrague actúa como el peaje mecánico entre una marcha y otra. Permite el correcto funcionamiento de la caja de cambios y, como cualquier componente, puede deteriorarse con el tiempo y el uso inadecuado.

Existen dos comportamientos cotidianos que aceleran su desgaste de manera prematura en los coches con cambio manual. El primero es pisar el embrague mientras el coche está detenido en un semáforo y el segundo es pisar acelerador y embrague al mismo tiempo.
Pisar el embrague mientras el coche está en un semáforo o un STOP es un error muy común. Esta acción mantiene innecesariamente presionado el cojinete de empuje, provocando un desgaste continuo incluso cuando no es necesario. La segunda práctica es habitual si tu embrague ya está bastante desgastado: ayudar a salir al vehículo con acelerador y embrague. El conjunto no tiene la fuerza suficiente para mover al vehículo y precisa de una ayuda a punta de gas. Este comportamiento aumenta la fricción y el calentamiento del disco, acelerando aún más su desgaste.
Solución:
En el primer caso, lo correcto es poner punto muerto y soltar el embrague, dejando solo el freno pisado o utilizando el freno de mano si la pendiente lo requiere. Evita el segundo escenario en la medida de lo posible. Si ocurre con frecuencia, es un claro indicativo de que quizá haya llegado la hora de sustituir el disco del embrague.
3. Pasar los badenes a toda velocidad

Da igual si conduces un SUV, un descapotable o incluso un todoterreno: los badenes hacen sufrir a todo el sistema de suspensión, incluidos los silentblocks y los neumáticos. Es cierto que los vehículos más altos o con amortiguadores más blandos ofrecen mayor confort al pasar por un badén, pero eso no significa que estén exentos de daños si se enfrentan a un sobreesfuerzo.
Solución:
Reduce la velocidad a medida que te aproximes al badén. De este modo, la suspensión trabajará en condiciones mucho más suaves y controladas, lo que ayudará a evitar desgastes prematuros y posibles averías.
4. Acelerar en frío
Los vehículos modernos están preparados para resistir condiciones exigentes gracias a los últimos avances técnicos. Aún así, en ningún caso se recomienda que sus motores se sometan a aceleraciones bruscas cuando aún el sistema aún está frío. Este es un tipo de sobreesfuerzo nada recomendable, al menos, hasta que los motores no alcancen una temperatura óptima.

La mayoría de los coches equipan un termómetro del aceite o refrigerante para indicar al conductor cuando el motor trabaja bajo condiciones de temperatura óptima -normalmente entre 90 y 100º C-. Esperando a que alcance el momento perfecto para acelerar a fondo evitaremos el desgaste por mala lubricación en el interior del bloque motor, algo primordial para mantener pistones, válvulas y árboles de levas como el primer día.
Solución:
Si necesitas adelantar o salir desde un STOP justo después de arrancar, presta atención al tráfico con antelación y busca un hueco amplio que te permita maniobrar sin necesidad de pisar el acelerador a fondo. Siempre y cuando la seguridad esté garantizada, pues si no queda más remedio, pisa a fondo, la seguridad es lo más importante. Conducción suave y progresiva al inicio equivale a un motor sano durante más kilómetros.
5. No revisar nunca el estado y la presión de los neumáticos
Los neumáticos son el único punto de contacto que nos mantiene unidos a la carretera, por lo que es fundamental comprobar que la presión es la adecuada y que no presentan daños visibles en ninguna de sus zonas.

Es muy común pensar que un neumático que no está pinchado está en buen estado. No obstante, puede acercarse al momento de su sustitución si la banda de rodadura está desgastada, si los flancos presentan cortes, abultamientos o grietas, o si pierde aire con frecuencia. Esta última puede deberse a uno o varios micropinchazos o a una pérdida lenta por la válvula, que no siempre se aprecian a simple vista.
Solución:
Te recomendamos revisar la presión de tus neumáticos al menos una vez a la semana o visualmente cada pocas semanas y siempre antes de un viaje largo en carretera, sobre todo en periodos vacacionales como en el que nos encontramos. De esta forma evitarás un desgaste prematuro de los neumáticos y un consumo excesivo de combustible si la presión es incorrecta.
En resumen: cuida tu coche
Una frase que escuchamos a menudo y que resume todos los errores anteriores es la siguiente: “mi coche está nuevo, solo tengo que subirme, conducir y ya está”. Aunque tu coche sea nuevo -o creas que lo está-, la forma en la que lo utilizas marca la diferencia entre que te dure muchos años o que empieces a visitar el taller antes de lo esperado.

Los malos hábitos cotidianos, por pequeños que parezcan, acaban acumulándose y afectan al embrague, a los frenos, a la suspensión o a los neumáticos. Cuidar un coche no significa obsesionarse, pero sí implica conducir con cabeza, prevenir averías y respetar los tiempos y componentes mecánicos.
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