Los sistemas de frenada autónoma o automática son uno de los avances más importantes en materia de seguridad en el sector de la movilidad.

En los últimos 10 años, la seguridad en la conducción ha dado un salto gigantesco gracias a la incorporación de sistemas avanzados de asistencia al conductor (ADAS). Estos elementos forman parte de la seguridad activa de un vehículo y entre ellos, destacan los radares de frenada automática que se han convertido en una tecnología clave (además de obligatoria) en los coches nuevos. Pero, ¿cómo funcionan realmente estos dispositivos y cuál es su nivel de eficacia?
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¿Cómo funcionan los radares de frenada automática?
Los radares de frenada automática emplean una serie de dispositivos que actúan de forma conjunta. Al sistema de frenos convencional (discos, pastillas, latiguillos, pinzas, servofreno, etc.) se une una combinación de sensores, radares y cámaras que monitorean el tráfico en tiempo real.

Los vehículos que equipan esta tecnología emplean un radar de ondas milimétricas situado en la parte frontal, normalmente en la zona inferior o intermedia del paragolpes delantero.
Para recibir más información del entorno, una cámara de alta resolución analiza la situación de la carretera incluyendo peatones, ciclistas y otros vehículos que se aproximen. Generalmente los fabricantes la colocan en el cristal delantero, aprovechando el espacio tras el retrovisor central.

El radar se encarga de medir la distancia y la velocidad relativa de los objetos que se encuentran en la trayectoria del vehículo, mientras que las cámaras identifican la naturaleza de esos objetos, diferenciando entre vehículos, peatones o ciclistas. Gracias a esto, el sistema puede reaccionar de manera inteligente ante distintas situaciones.
¿Cómo actúa la frenada automática de emergencia?
Cuando un vehículo que equipa este tipo de tecnología de seguridad detecta que nos encontramos ante una situación de peligro, actúa por nosotros. Lo hace de varias maneras.

La primera de ellas es la de aumentar la intensidad necesaria para detener el vehículo y evadir el impacto. Puede que, ante una emergencia, no pisemos el freno con la intensidad suficiente, es entonces cuando nuestro coche ejerce una presión aún mayor sobre el pedal de freno, aprovechando así las capacidades máximas del sistema de retención.
Otra situación diferente es aquella en la que el denominado AEB (Frenada de emergencia autónoma) actúa de forma autónoma ante la ausencia absoluta de intervención del conductor. Si tras una distracción no nos percatamos de que el coche que nos precede ha frenado bruscamente, probablemente tengamos muy poco tiempo para reaccionar y evitar la colisión. Aquí es donde entra en acción el AEB y este es su protocolo de actuación:
- El sistema detecta que la distancia con el vehículo que circula más adelante se ha reducido drásticamente y que las probabilidades de tener un accidente aumentan.
- Avisa con una señal acústica y una señal visual en el cuadro de instrumentos para llamar la atención del conductor y que pise inmediatamente el pedal de freno.
- Si el conductor no responde, en cuestión de menos de un segundo el sistema frena con la máxima fuerza posible de forma autónoma activando además los cuatro intermitentes de emergencia para avisar al resto de usuarios de la vía.
- Durante la frenada de emergencia los cinturones se tensan para mantener a los pasajeros “pegados” al asiento.

Este tipo de tecnologías se empezó a utilizar hace más de una década, sin embargo, es ahora cuando se han convertido en parte del equipamiento de serie obligatorio, sea cual sea el precio o el tamaño del coche (hay unas pocas excepciones). Es uno de los avances en materia de seguridad tras la invención del ABS o el ESP, el primero hace más de 30 años y el segundo hace por lo menos 20.
Aún hay varias limitaciones
Si tu coche es relativamente moderno (entre 1 y 8 años de antigüedad) quizá hayas podido ver cómo, durante la conducción bajo condiciones climatológicas adversas, recibes una alerta en la que se indica que los sistemas de radar y sensores frontales podrían no funcionar correctamente.

Cuando se acumula suciedad, nieve o agua en la superficie, su rendimiento puede verse afectado. Además según el modelo y el fabricante el tiempo de respuesta varía. Algunas marcas emplean sistemas de limpieza para que las cámaras siempre funcionen a pleno rendimiento, pero normalmente estas soluciones se dedican principalmente para mejorar la visibilidad a la hora de aparcar.
En cualquier caso para medir su nivel de eficacia todos estos sistemas se comprueban a través de los diversos test de EURONCAP (LATIN NCAP en América Latina y Caribe o IIHS en Estados Unidos, entre otros). Estos exámenes de seguridad evalúan el funcionamiento de los sistemas y son cada vez más exigentes, así que los fabricantes cada vez lo tienen más difícil para aprobar con la máxima puntuación: cinco estrellas. Puedes consultar todas las pruebas en su página web oficial.
Conclusión

Los radares de frenada automática representan un avance significativo en la prevención de accidentes de tráfico. Si bien todavía existen algunos desafíos técnicos, cada nueva evolución mejora la seguridad en carretera. Cada vez son más accesibles, aunque aún encarecen el precio final del vehículo en conjunto. En cualquier caso, merecen la pena, suponen una apuesta por la seguridad al volante que debe celebrarse.
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